Respiraba con fuerza. Se había pasado la vida intentando ayudar a la gente a conocer las fuerzas emocionales que motivaban su comportamiento. Lo que hace un analista es aislar la culpa e intentar traducirla en algo manejable, porque la necesidad de venganza es tan incapacitante como cualquier neurosis. El analista busca que el paciente encuentre un modo de superar esa necesidad y esa cólera. No es inusual que un paciente empiece una terapia manifestando una furia que parece exigir una actuación. Se elabora un tratamiento destinado a eliminar ese impulso, de modo que pueda seguir con su vida sin la necesidad compulsiva de vengarse.
Vengarse, en su mundo, era una debilidad. Quizás hasta una enfermedad.
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